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En cuarentena.

  • chicadebolsillo
  • 19 jul 2020
  • 3 Min. de lectura

Hace mucho tiempo que quería escribir sobre este tema, pero no tenía el tiempo necesario para hacerlo ya que todo el tiempo estaba estudiando (o intentarlo hacerlo). También se me pasaba por la cabeza la idea de que quizás lo que diga no sea nada nuevo, entonces, ¿para qué lo iba a publicar?, pero estoy tratando de hacer valer mis propias emociones, y decidí escribir cómo me he sentido.


En lo personal la cuarentena ha sido una experiencia muy rara. Me iba a quedar sola en mi pensión en Viña si es que me quedaba allá, así que la estoy pasando en Melipilla, cosa que es totalmente diferente. Ya me había hecho la idea de volver a clases, volver a tener mis propios tiempos, y de repente todo mi esquema mental y mis planes se van a la chucha.


Recuerdo que el domingo anterior a entrar a clases supimos en la mañana, por un correo, que las clases iban a ser online. El jueves me fueron a buscar mis papás a la pensión, y, quizás en un efecto de no aceptar que me estaba devolviendo a mi casa, empaqué muy poquitas cosas: dos jeans, dos polerones, tres poleras, y las zapatillas que tenía puestas. Con el pasar de las semanas sólo veía que el número de contagiados diarios aumentaba, y me produjo tal angustia que tuve que desligarme de eso. Hasta el día de hoy no puedo hacerle seguimiento.


El Ale, mi papá, también me preguntó que qué iba a pasar con la pensión, ya que él la seguía pagando. Consiguió una considerable rebaja en lo que tenía que pagar ya que nadie estaba haciendo ningún gasto, pero en el fondo yo no quería que la entregara, porque significaba que definitivamente ya no iba a volver. Me aferraba a la idea de que tenía un lugar donde iba a llegar cuando todo esto pasara, pero cuando nos llegó el mail de que nuestro 2do semestre también iba a hacer online (si, completo), el contrato se canceló.


Empecé a entrar en una rutina qla en la cual me dormía súper tarde, ya que mi tiempo de “recreación” era de madrugada, y donde me quedaba una hora en la cama antes de levantarme, porque levantarme significaba que mi día tenía que empezar, y no quería eso. Tomar desayuno, bañarme, secarme el pelo, estudiar lo que podía, y almorzar. Hacer sobremesa, volver a encerrarme en mi pieza, y pensar “en 15 minutos parto” pero estaba tan cansada que no partía a hacer mis weas hasta como hora y media después. Estaba tan cansada y tan chata de la universidad que incluso llorar se hizo parte de la rutina. Recuerdo un domingo que lloré literal todo el día porque sentía que no podía más, con nada, ni conmigo misma, y una clase donde me dijeron que mi micrófono estaba prendido, lo que me hizo entrar en pánico porque minutos antes estaba llorando en plena clase.


Ya terminó el primer semestre y las cosas que me angustian son otras. En verdad siguen siendo las mismas, pero sin la universidad estas salen a flote. Los carretes online han ayudado a palear el distanciamiento social, y ha sacado toda la creatividad que tenemos para crear juegos y cosas así. ¡Incluso una amiga creó un juego ella misma! (Sé que me lees, así que aprovecho de mandarte un besito). Y si, quizás el no tener que salir al frío para carretear, saber que dormirás en tu propia cama, y que nunca haya fila en el baño pueden sonar bien… pero no es lo mismo. Nada va a reemplazar el tener a otra persona en frente, aunque no la puedas tocar, aunque tenga que estar a más de un metro de distancia y estén usando mascarillas. Se siente algo totalmente diferente cuando estás viendo una pantalla, pero no lo puedes cambiar. Lo aceptas y de adaptas, y me da miedo que en esa adaptación empiece la costumbre por el hecho de que las interacciones sociales empiecen a ser así.


Es súper raro estar escribiendo algo ahora que sé que lo voy a publicar. Siempre escribo cuando lo “malo” ya se acabó, pero esto no ha acabado. Los contagiados siguen, las medidas de prevención de contagios (aunque en verdad son medidas reactivas) siguen, la cuarentena sigue, y el distanciamiento social sigue. Sólo nos queda resistir y apañarnos como lo hemos estado haciendo.


Pd: Recuerda, no hay nada de malo en admitir que no estás bien.

 
 
 

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